Entre 1930 y 1950,
los migrantes campo-ciudad de la zona occidente del país, encontraron acomodo en los nuevos barrios que surgían en la
tierra privada de la periferia de Guadalajara. Ahí, los empresarios
urbanizadores podían hacer prácticamente lo que desearan: los reglamentos
municipales eran mínimos. El crecimiento de la ciudad provocaba una fuerte de trabajadores en la construcción; pero además proliferaban las
pequeñas industrias y talleres –las cuales cobraron ímpetus aún mayores a
partir de los años de la Segunda Guerra Mundial- y múltiples servicios eran
requeridos. Esta bonanza económica ayudó a paliar el descontento de una
población que había llegado a la urbe huyendo de la violencia de la Cristiada,
de la represión persistente y de los enfrentamientos agrarios. Durante la
década de 1930 se llevó a cabo la reforma agraria en el estado de Jalisco. El
proceso fue violento y no exento de contradicciones.
El barrio de Santa
Teresita nació en la década de 1920, en un amplio terreno agrícola situado al
occidente de la ciudad de Guadalajara, no lejos de las nuevas áreas residenciales.
Los dueños del terreno simplemente trazaron calles rudimentarias y procedieron
a vender lotes, sin preocuparse por instalar servicios de agua o drenaje, ni
por construír aceras; el tamaño de los lotes dependía de lo que podía pagar el
comprador. La mayoría eran muy pequeños (entre 40 y 60 metros cuadrados), pero
los migrantes mas ricos y algunos especuladores citadinos compraron espacios
mas amplios para construir vecindades (casonas multifamiliares) y rentar
cuartos a las familias mas pobres. Sin embargo, la llegada en 1933 de un
sacerdote que traía la misión de fundar una parroquia y hacerse cargo de los
fieles, marcó el comienzo de la consolidación del barrio.


La Acción católica permitía
la creación de vínculos con ciertas personas de posición social elevada -que no
vivían en Santa Teresita-. Que se convirtieron en benefactores del barrio;
además de ayudar en los trámites de urbanización, donaban despensas y juguetes
para los niños de las escuelas y contribuían a las obras materiales de la
parroquia.
Después de 1950 se
contó ya con pavimento, drenaje y agua domiciliaria. Se construyó el mercado
municipal “Manuel Avila Camacho” en las calles Juan Álvarez y Andrés Terán. A partir
de 1960, se instaló el servicio de electricidad y alumbrado público.
Desde entonces; Santa
Teresita se encuentra plenamente integrada a la vida urbana de Guadalajara,
convertida en una zona de comercio popular, y la población es ahora más
heterogénea; pero el padre Romo continuó siendo la figura dominante en el
barrio, hasta su muerte, ocurrida en 1981.
Cuando murió Tata Romo (como se le conocía en el
barrio), las campanas doblaron 24 horas seguidas. Su cuerpo fue expuesto en una
vitrina colocada en posición vertical junto al altar mayor y lo “visitaron”
miles de personas. Sus admiradores lo consideran “un santo”, y cada año se
conmemora solemnemente el aniversario de su fallecimiento.

Los protestantes
nunca pudieron entrar abiertamente al barrio; cuando los predicadores o
propagandistas evangélicos osaban presentarse, el sacristán, en bicicleta y
tocando una campana, convocaba a los muchachos para que los expulsaran a
pedradas. Sufrían iguales ataques quienes intentaban abrir cantinas o bares de
prostitutas, e incluso la policía tuvo que contar con el beneplácito del
párroco.
En materia de
política formal, los feligreses de Santa Teresita simpatizaban con los partidos
conservadores, particularmente el Partido de Acción Nacional (PAN). Que siempre
obtenía el mayor número de votos vecinales. El Partido Sinarquista. Aún más
inclinado a la derecha, también obtenía votos en el barrio; de aquí salió el
único candidato de este partido que compitiera por la gubernatura del estado en
1964. No obstante, en la vida cotidiana el rechazo al gobierno era algo
abstracto y banal. El padre Romo no hablaba de política en el púlpito, pues el
cardenal arzobispo de Guadalajara lo tenía prohibido: además era obvio que el
ayuntamiento priísta había ido respondiendo favorablemente a las demandas de
servicios urbanos y que el propio señor cura Romo tenía amigos en la administración
municipal. La única manifestación antigubernamental violenta ocurrió en 1961,
cuando Santa Teresita se convirtió en uno delos ejes de la protesta contra la
imposición de libros de texto oficiales en las escuelas primarias. Pero la
beligerancia duró poco, gracias a la intervención apaciguadora del propio
cardenal arzobispo.
En los últimos 15
años de vida del padre Romo, disminuyó el control parroquial sobre el
territorio del barrio. Tanto él como sus principales colaboradores habían
envejecido y las siguientes generaciones se dispersaron por toda la ciudad. Se
derribaron las vecindades, se construyeron edificios comerciales, se abrieron
escuelas de gobierno, brotaron negocios de todo tipo –incluso cantinas-. La
gente ya no iba al hospital parroquial sino a clínicas gubernamentales.
Apareció mucha gente nueva, incluso ateos y protestantes. Actualmente los
grupos de Acción Católica continúan siendo fuertes, pero su influjo ha quedado
virtualmente reducido al ámbito de las prácticas religiosas.
Extraído del libro:
"Religión y política en los barrios populares de Guadalajara"
Autores: Guillermo de la Peña y Reneé de la Torre
Nomas como información ACJM de la parroquia se formó con jóvenes que venían de San Miguel del esoiruto santo Encarnación Moran, Román Hernández y otros más
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