o Tras varios estudios médicos
realizados en Aguascalientes, los diagnósticos coincidían en la sentencia de
muerte. Susana padecía una leucemia aguda que devoraba su cuerpo a los dos y
medio años de edad. El dolor, el cansancio y los hematomas (moretones) en sus
piernas y brazos aparecían cada vez con más intensidad. La tragedia tenía
devastada a la familia.
Que los hijos sepulten a los padres forma parte del ciclo natural de la vida.
Que los padres sepulten a sus hijos es una pena que no tiene consuelo. Así
explicaba la familia la angustia por la que atravesaba.
Aquella mañana de junio de 2008, Clementina abordaba el primer avión que la llevaría a Toronto. La enfermedad de su nieta Susana era el motivo del viaje.
“La familia no se resignó y trasladó a mi nieta al Hospital Infantil de Toronto para que le hicieran un protocolo nuevo. Yo iba en avión de Guadalajara a México para después volar a Canadá. Estaba destrozada. Cuando me subí al avión identifiqué mi lugar sin mirar los números de los asientos… me llamó la atención el color del pelo y el peinado de quien sería mi compañero de viaje. A los 15 minutos, él me empezó a interrogar porque me observó angustiada y le platiqué el caso de mi nieta. Conoció la historia y antes de que el piloto nos dijera que nos pusiéramos el cinturón para aterrizar, el señor se quitó una cadenita con una medalla y me la puso en la mano. ‘Es el padre Toribio Romo —me dijo—, es muy milagroso; récele para que se alivie su nieta’. Yo le pregunté si era sacerdote (quien me regalaba la medalla) y me respondió que sí, que también él era padre y que pediría por nosotros. Apenas tuve tiempo para despedirme y darle las gracias… ni pude ver la medalla”.
“Por la noche llegué a Toronto, le conté la historia a mi hija María Isabel
(madre de Susana) y le mostré la medalla, pero ella no abundó sobre el tema. Al
día siguiente mi hija me habló mientras observaba la pantalla de una
computadora: ‘Tu acompañante, el de la medalla, es un santo’”.
Clementina, temblorosa, miró la pantalla. No lo podía creer. “Mi acompañante y
el de la medalla eran uno mismo: ¡Santo Toribio Romo!”.
María Isabel se colgó la medalla y se fue al hospital para estar presente en
los estudios de Susana. El encuentro de la madre e hija fue indescriptible
—relata la abuela— porque la niña se mostró interesada por el santo y hasta
pidió visitarlo en su templo (en Santa Ana de Guadalupe, Jalostotitlán). Horas
después la niña comenzó a brincar en la cama: “¡Me voy a aliviar mamá, me voy a
aliviar!”.
Susana ya no perdió la fuerza física desde ese día. Hoy tiene seis años de edad
y está completamente sana. “¡Es un milagro de Santo Toribio Romo!”.
La última guerra
En 1926 se registró la ruptura entre el Estado y la Iglesia en México. El
presidente Plutarco Elías Calles ordenó la clausura de escuelas religiosas y la
expulsión de sacerdotes extranjeros; también limitaba el número de presbíteros
a uno por cada seis mil habitantes, pero éstos debían estar registrados ante
las autoridades municipales.
El decreto presidencial provocó que los obispos no tuvieran garantías para
ejercer su ministerio y suspendieron los cultos en agosto de 1926. Esto detonó
la inconformidad del pueblo religioso, especialmente en Jalisco, donde la gente
optó por levantarse en armas para exigir este derecho.
Entre los muertos destaca el padre Toribio Romo.
La canonización
En mayo de 2000, el Papa Juan Pablo II elevó a los altares a 25 nuevos santos
(y mártires) de la Guerra Cristera (1926-1929), encabezados por Cristóbal
Magallanes, que ocho años atrás habían sido beatificados en Roma.
Toribio Romo es el más socorrido de los 25 mártires cristeros que hace 12 años canonizó el Papa Juan Pablo II. Miles de historias de fe, sanaciones y ''milagros'' se le atribuyen.
— ¿Por qué Santo Toribio Romo es el que tiene más relevancia entre los 25? Era
el más joven cuando fue asesinado en Tequila, Jalisco— se le pregunta a Ramiro
Valdés Sánchez, promotor de la causa de canonización.
— Los 25 mártires son ejemplo de virtud, santidad y martirio con testimonio de
la fe. Ciertamente, Santo Toribio ha tenido una proyección más amplia por los
favores que concede a los migrantes y personas enfermas; se le ha hecho más
propaganda. Incluso tiene parroquias en Guadalajara (se añade una capilla en el
Children’s Hospital, en San Fernando, California), pero lo importante es su
testimonio de vida: murió en tiempos difíciles.
El padre Tomás de Híjar coincide que en el grupo de los 25 mártires sobresale
Toribio Romo por tres factores que no concurren en los otros:
Primero, tuvo un hermano sacerdote que llegó a ser muy notable como pastor en
la Arquidiócesis de Guadalajara, don Román Romo, fundador del barrio de Santa
Tere y del templo. Su memoria se mantuvo viva en una base popular muy fuerte,
que resurgió con la beatificación en 1992 y luego con la canonización en 2000.
Segundo, por el gran entusiasmo de los responsables del templo de Santo Toribio
en la población de Santa Ana de Guadalupe (donde nació en 1900), quienes han
dado un seguimiento muy integral a su memoria histórica, a la fama de santidad
y a la asistencia respetuosa de personas que visitan la zona.
Sin duda, resume, es el que ha recibido un tratamiento más integral en el
manejo de su fama de santidad. Además, “Santo que no es conocido no es
venerado”.
De Híjar apunta que su legado fundamental fue la fidelidad a su ministerio. “Lo
vivió en situaciones muy difíciles, fue obediente para las situaciones adversas
como las que vivió con los dos párrocos de Sayula y Yahualica”.
En las reflexiones finales del trabajo de investigación Santo Toribio, de
mártir de Los Altos a Santo de los emigrantes, sus autores Renée de la Torre y
Fernando Guzmán Mundo resumen otros factores de su exitosa proyección: “A pesar
de que no entró por la puerta grande de la Iglesia, pues fue canonizado en
grupo junto con otros 24, además de que su martirio causó polémica por no
cumplir con todos los requisitos, encontramos distintos elementos que
contribuyeron a su santificación popular: uno de los más significativos es que
existen pocos santos cuyos parientes tuvieran la visión profética de llevarlo a
los altares desde el momento de su muerte; el mantenimiento de sus reliquias;
las historias milagrosas que desde su muerte empezaron a circular y a
certificar la creencia de su santidad y del poder de sus reliquias; la
existencia de una cultura regional que tomaba a Santo Toribio como modelo
legitimador de la cultura alteña y, finalmente, las nuevas necesidades de los
mexicanos que migran constantemente a los Estados Unidos, generaron la creencia
de que es el santo patrón de los migrantes, creencia que fue promovida por la
actividad mercadotécnica implementada por el párroco del santuario. Es santo
porque tanto él como los alteños viven su propio martirio. Podemos concluir que
es la creencia popular la que sigue rescribiendo la hagiografía viva de los
santos”.
El promedio de visitas a la semana se registra en 15 mil en el pequeño templo,
pero el próximo 12 de octubre se inaugura el nuevo inmueble para mil 200
personas sentadas, con espacios para tareas de evangelización, servicio y
estacionamiento. Todo se construyó con donativos de fieles tras seis años de
gestiones.
“Hay miles de testimonios de fe a favor de Santo Toribio —documenta el
sacerdote Gabriel González Pérez, párroco del pequeño poblado de Santa Ana, que
tiene menos de 400 habitantes—. Dentro de la vida de los santos, Dios también
sabe elegir y decidir quién quiere que sea más conocido en el aspecto
espiritual. Santo Toribio fue un hombre muy humano, por eso hay muchas
manifestaciones de fe o apariciones (del santo), que son los testimonios que
continuamente recibimos”.
En pleno apogeo de la Guerra Cristera, el joven Toribio Romo recibió la
encomienda de la Parroquia de Tequila, una misión riesgosa porque el municipio
era uno de los lugares con más persecución contra sacerdotes, subraya en su
biografía la Arquidiócesis de Guadalajara. Pero no se intimidó y localizó una
antigua fábrica de tequila abandonada para utilizarla como refugio y lugar para
celebrar misas.
“Señor —oraba—, perdóname si soy atrevido, pero te ruego me concedas este
favor: Te ruego me concedas morir sin dejar de decir misa ni un solo día”.
El futuro santo presentía su muerte. El 23 de febrero de 1928 prácticamente se
despidió de su hermano Román, con quien celebró el Santo Sacrificio para
después confesarse con él y pedirle su bendición. Antes de irse le entregó una
carta con el encargo de que no la abriera sin orden expresa. Para el viernes
siguiente, después de celebrar la misa, quiso poner todo al corriente. A las
4:00 de la mañana pensó celebrar la misa para luego acostarse, pero lo
reconsideró y optó por dormir un rato más. Una hora más tarde, soldados
federales y agraristas sitiaron el lugar. “Este es el cura, ¡Mátenlo! —ordenó
uno de los integrantes de la tropa—”. Lo acribillaron.
Devoción de los migrantes
Jesús Buendía Gaytán, un campesino zacatecano de 45 años de edad, recuerda que
hace dos décadas decidió irse de indocumentado a Estados Unidos para buscar
empleo. Cuando cruzó la “línea” fue descubierto, con otro pequeño grupo, por la
patrulla fronteriza y se internó en el desierto. Tras varios días vio una
camioneta que se acercaba, de la que bajó un individuo de apariencia juvenil,
delgado, tez blanca y ojos azules, quien le ofreció agua y alimentos. También
le prestó unos dólares y, a manera de despedida, le dijo: “Cuando tengas dinero
y trabajo búscame en Jalostotitlán. Pregunta por Toribio Romo”.
Luego de una temporada exitosa en California, Jesús regresó y quiso visitar a
Toribio. Casi le da un infarto cuando vio la fotografía de Toribio en el altar
mayor de la iglesia de Santa Ana.
“La anterior es una de miles de historias que convierten a Toribio Romo en el
santo protector de los migrantes —detalla Juan Manuel Martínez Marrón, quien
escribió una obra de teatro sobre la historia del santo—. Soy amigo de un
sobrino-nieto de Santo Toribio, de nombre Omar, y su historia se platica mucho
en su familia. Su hermano Román Romo (padre de Santa Teresita) fue uno de los
grandes difusores de la vida e historia de Toribio, por eso junté muchas
anécdotas y trabajo de campo para escribir la obra. La abuela de mi amigo
platicaba mucho sobre la devoción de Toribio, y uno de los puntos dramáticos es
una carta que le escribe Toribio a su hermano Román, en donde el santo
prácticamente se despedía antes de ser asesinado. Allí pedía que cuidara a sus
padres y familiares. Presentía su muerte”.
El contexto de esos hechos violentos se documenta en las matanzas de 265 indocumentados
en San Fernando, Tamaulipas, quienes pretendían cruzar la frontera. En agosto
de 2010 fueron asesinados 72 centroamericanos y sudamericanos por el Cártel de
Los Zetas, y entre marzo y junio de 2011 se le atribuye a la misma banda la
matanza de otros 193 mexicanos y un guatemalteco, encontrados en fosas
clandestinas. En la segunda matanza, 90% de los mexicanos fue asesinado a
golpes con mazos, marros u otros objetos porque se negaron a trabajar para la
delincuencia.
Hay varias historias que impactan al padre Gabriel, pero destaca dos. El primer
testimonio involucra a dos hermanos de San Ignacio Cerro Gordo que se fueron a
Estados Unidos. Sus papás visitaron el templo en Santa Ana para pedirle
protección a Santo Toribio, “compraron un cuadro y lo pusieron en su casa. A
los 15 días volvieron los muchachos y vieron la foto; ellos se abrazaron
llorando porque el mismo personaje les dio dinero para que regresaran porque sería
imposible cruzar la frontera. Su vida estaba en riesgo y Santo Toribio los
alertó”.
El segundo testimonio: “Hace tiempo vino una persona de Aguascalientes, un
domingo, y lloró mucho ante los restos del padre Toribio porque le hizo un
milagro. Ella tenía un tumor y nadie se animaba a operarla porque era canceroso
y estaba junto a las cuerdas vocales, pero en una ocasión el doctor se sintió
tan seguro que aceptó intervenirla. La historia es que el día de la operación
un sacerdote quería entrar al quirófano, pero le negaron el acceso. La
enfermera avisó a los doctores ante la insistencia, pero le negaron el ingreso.
Después, el doctor le preguntó a la paciente sobre el sacerdote que quería
entrar y ella le respondió que se encomendó a Santo Toribio. Cuando la
enfermera vio la fotografía del santo, confirmó que era el mismo que quería
entrar.
“Esto lo platiqué en una ocasión como testimonio, y un señor puso mucha
atención porque conocía al oncólogo que intervino a la paciente. El resumen es
que ambos doctores vinieron a Santa Ana impactados por la historia. Todo indica
que Toribio estuvo presente en la operación de esa señora”.
FERVOR POPULAR
Paisanos en Chicago
La comunidad de jaliscienses de Chicago y su zona conurbada, realiza hoy
una procesión con la imagen de Santo Toribio Romo dentro de los festejos de la
Virgen del Carmen, como se ha realizado en años recientes en la localidad de
Melrose.
Promesas y rezos
El templo de Santo Toribio Romo recibe hasta 15 milperegrinos en promedio cada
semana en Santa Ana de Guadalupe, Jalostotitlán.
En el recinto se acondicionaron algunos cuartos para la colocación de
testimonios escritos, en los que coinciden los “milagros” realizados por el
santo.
Victoria Herrera de Carreón, Francisco Hernández Orozco, Daniela Martínez
Cuéllar y José David Gómez forman parte de las cientos de historias que se
exponen. Tras padecer diferentes tipos de cáncer y graves accidentes, los
involucrados salieron con vida gracias a la intervención de Toribio Romo.
También hay historias de migrantes que tuvieron éxito en Estados Unidos. Hasta
jugadores exponen sus camisas porque el santo intervino para que llegaran a la
primera división profesional.
Historias de un culto y del manejo de su fama
o Por: Mario Muñoz
GUADALAJARA, JALISCO (15/JUL/2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario